Hoy estaba en la universidad desarrollando un proyecto científico, mientras mi familia, paciente, esperaba paseando por el campus. Hacía ese frío seco típico del sur de Suecia. De pronto, un alarido llegó desde el vestíbulo del departamento. Un hombre con la cara desencajada me dijo que se oían explosiones y que debíamos desalojar el edificio. Salí corriendo y empecé a bajar los escalones de cuatro en cuatro, planta a planta, en un interminable viaje hacia la salida. Miraba